El bosque de la noche (“un pueblo que todavía no existe” Klee)
“Del mismo modo que el altar de una iglesia, sin las ofrendas espontáneas de los humildes y los atribulados, no presentaría sino un cuadro frío y deshumanizado, o el corsage de una mujer cobra de pronto un aire marcial y desgarrado por la rosa introducida entre las flores más decorosas por la mano del enamorado que sufre la violencia de no haber llegado a dar el último abrazo: poniendo una nota discordante en lo que fuera un pecho exuberante y fastuoso extrayéndole tiempo de la entraña (porque el amante conoce dos tiempos, el que se le otorga y el que él debe crear), así también Felix descubrió con asombro que las flores más conmovedoras que estaban en el altar que él había levantado a su imaginación habían sido colocadas allí por gentes de un mundo equívoco y que la más roja sería la rosa del doctor.”
(El bosque de la noche. Djuna Barnes. Pag. 25 de la edición digital.
Las negritas son mías)
El presente exergo es una conmovedora muestra de la extracción del objeto a en psicoanálisis: extracción de tiempo de la entraña por medio de una nota discordante. La rosa del doctor, la más roja, pertenece al mundo equívoco… del psicoanalista. Todo ocurre entre la copa y el labio (Dickens), como es el caso de la música.
El descubrimiento fundamental de J. Lacan corresponde en psicoanálisis a otro descubrimiento más conocido en el mundo del arte. Lacan descubre la abstracción en el psicoanálisis. El mundo del arte ya había hecho hacía tiempo este descubrimiento, se trataba de que otros campos del pensamiento sacasen las consecuencias. G. Deleuze cumple esta tarea para la filosofía y J. Lacan lo hace para el psicoanálisis. Queremos extremar la tesis de J. A. Miller en contra del mismo Miller. Por una parte expone en sus clases que el final de análisis consiste en la identificación de sujeto con el objeto como “cochinada”. Se trata, dice Miller, de autorizar al paciente a que se identifique con la cochinada. Nos interesa ir al fondo de la cuestión y proponer otro final basándonos en los propios planteamientos de Miller en sus clases sobre el Seminario de la angustia de J. Lacan. Más en concreto en sus planteamientos sobre la triebregung freudiana entendida, como lo hace Lacan, en el sentido de motín y de llamada al desorden. El pensamiento de W. Benjamin, a propósito de la historia y de la revolución, nos parece más adecuado para pensar el final de análisis en orden de la extracción del objeto como acto revolucionario, como creación de la línea abstracta. La triebregung expresada en el objeto-acto no precisa de lo real como cochinada. Cierto es que el pensamiento de los valores tradicionales, resumidos en el Bien, no nos servía como final, pero tampoco es necesario volver a la cochinada, al valor material. Hay otra opción que es la línea abstracta que nos va a obligar a pensar el objeto extraído como algo del orden del pensamiento y esto lo tenemos que pensar en relación a la Razón kantiana, y ese orden del pensamiento (desustancialización del objeto como bien dice Miller) nos va a llevar al acto revolucionario o línea abstracta. Se trata de un “programa” que tenemos que exponer dificultosamente como lo requiere el pensamiento.
La zona erógena
La lucha de la fiera marca una senda a la fiera.
Djuna Barnes.
Tenemos una superficie (discurso del analizante), le hacemos un corte (corte de sesión) y tenemos en cuenta los puntos de la línea del corte. Cada uno de esos puntos pertenece tanto a la cara uno de esa superficie como a la cara dos.
Ahora formamos un objeto que cualquiera de sus puntos pertenezca a las dos caras de la superficie con la que formamos el objeto. Tenemos una banda de Moebius. Cualquier punto que elijamos de ese objeto pertenece a las dos caras. Con esta operación lo que hemos hecho es construir un objeto con los puntos pertenecientes al corte de la superficie.
Este objeto tiene una estructura muy singular puesto que aplicado a un borde de cualquier otro objeto (por ejemplo una esfera a la que hayamos hecho un corte) convierte el nuevo objeto en una banda de Moebius ( la mitra). La esfera ahora tiene un interior que es exterior y un exterior que es interior. Este nuevo objeto construido con los puntos del corte de la superficie es irrepresentable, no tiene imagen en el espejo puesto que no es orientable. Si miramos una foto nuestra la mano derecha de la foto está en la izquierda nuestra pero si miramos nuestra imagen en el espejo la mano derecha nuestra está en la mano derecha de la figura del espejo. En ambos casos las figuras son orientables. En el caso de la banda de Moebius, o de la esfera convertida en banda, la figura no es orientable y supone una distorsión en la escena imaginaria.
¿Para qué hacemos toda esta explicación? Pues bien, los orificios del cuerpo tienen una estructura moebiana ya que se comportan como el agujero de la esfera en la que hemos cosido la banda de Moebius. Los orificios del cuerpo son objetos sin imagen en el espejo y se comportan invirtiendo la relación interior-exterior y a su vez la relación sujeto-Otro que deviene inasignable (indiscernibilidad como veremos más adelante) debido a este objeto sin imagen.
Freud llama a estos agujeros zonas erógenas, zonas en las que reside un objeto inasignable entre el sujeto y el Otro. Son las zonas en las que opera la pulsión, zonas en las que lo que ocurre es el devenir objeto de la pulsión. La pulsión se hace objeto. A este objeto Lacan lo llama objeto causa de deseo y cuando este objeto entre a jugar su papel en la economía de los dicursos será el objeto plus-de-goce. La operatoria de la pulsión es el “entre” (del que luego veremos el desarrollo que hace Deleuze).
Este objeto cumple muchas funciones y toma muchas maneras. La primera de todas es su función de condensación del goce. Es su función principal. El goce deja de estar “deslocalizado” o sea sustanciado en el cuerpo y pasa a condensarse en un objeto separable y no solo es un objeto que se separa sino que además es sustituible. Aquí se abren gran cantidad de maneras de presentarse este objeto: el objeto del fetichismo (las bragas de la chica en donde interesa el color, la suciedad-limpieza, lo pequeño o grande etc), la circuncisión, la voz grabada, la música, las fotos, las obras o acciones, los objetos de la industria, la pareja (el partenaire-sinthoma), y un largo etcétera que ira apareciendo en nuestro escrito. La chica puede ser un objeto separable del cuerpo con estructura moebiana sin imagen, para ello tanto el sadismo como el masoquismo desarrollan distintas mecánicas de producción. También el acting out y el pasaje al acto son mecánicas analíticas de producción del objeto. El duelo y la melancolía son afecciones en las que se tramita con la producción del objeto.
Un psicoanálisis tiene como finalidad la extracción (producción) del objeto causa de deseo, el mecanismo utilizado será el analista como lugar del objeto. Poner en orden la cuestión del deseo pasará por el conocimiento de la causa, su producción y su uso (saber hacer). El conocimiento de la causa posibilitará el ordenamiento de la sexuación y de la pareja (sinthoma y estrago).
Ahora bien nosotros nos detenemos en el problema de la desustancialización y producción del objeto causa. Se dice habitualmente que se trata de que el objeto no se quede dentro del cuerpo, que el analista tiene que robar el objeto al analizante, que el psicótico tiene el objeto a en el bolsillo, etc. Hay muchos dichos alrededor de la cuestión de la desustancialiación… en concreto en las psicosis uno de los problemas mayores consisten en resolver la deslocalización del goce. También la fragmentación del cuerpo del sujeto histérico pasa por la dificultad de construcción del objeto causa. Pero nos preguntamos qué es un objeto desustancializado, también nos preguntamos qué quiere decir que este objeto fuera formalizado por Lacan, que el objeto pase de un estatuto naturalista a un estatuto lógico.
Con lo expuesto hasta ahora tenemos muchas cuestiones abiertas, vamos a intentar resumirlas en algunos puntos:
1. El corte como mecanismo de producción.
2. El agujero como estructura moebiana.
3. El cuerpo es un entre el sujeto y el Otro. Una banda de Moebius cosida a una esfera agujereada.
4. Los objetos son ese entre.
5. Estos objetos-entre son las zonas erógenas. Los objetos-entre tramitan las pulsiones.
6. La producción y ordenamiento de estos objetos da lugar a la sexuación y a la subjetivación del deseo.
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Lo singular
Pasamos a mostrar un segundo nivel de la cuestión. Una singularidad es una diferencia de sí. La diferencia de sí tiene una estructura moebiana. La singularidad se presenta en la imagen como doble. La singularidad distorsiona la imagen, se presenta con efectos siniestros, el sujeto se ve a sí mismo de espaldas o percibe familiaridades en lo extraño, se percibe como otro estando tanto aquí como allá. Claro que si hacemos un corte en la banda de Moebius entonces tenemos la numeración del doble, se deshace el sentimiento de extrañeza y lo que tenemos son dos personas (individuación) comunicándose. El corte de la banda de Moebius genera el S1-S2 de la comunicación y disuelve la extrañeza del objeto causa o de la singularidad.
Ahora bien, ¿de qué está hecha la singularidad? Puesto que su estatuto es la diferencia de si no puede ser más que una repetición (dobles) y por lo tanto podemos decir que está hecha de tiempo, pero no del tiempo medido sino de un tiempo que podemos calificar de moebiano. Claro, entiendo que esto es una sorpresa, ¿qué tiempo es ese? La estructura del tiempo moebiano es la del pasado en general expuesto por Bergson. El tiempo del pasado en general es el tiempo virtual, el de un pasado que nunca fue. Y esto es muy importante porque nos va a mostrar la puerta de entrada al tema de la desustancialización. Porque este tiempo del pasado en general es el tiempo del pensamiento y no el de las cosas. Cuando hablamos de desustancialización en psicoanálisis rápidamente se entiende la cosa como formalización, pero nosotros tenemos que ir a la cuestión con más rigor y mostrar que la desustancialización y producción del objeto nos lleva al tiempo en general y por lo tanto al espacio virtual del pensamiento, nos lleva a pasados que nunca tuvieron presente y que son propiedad del pensamiento, más bien son el pensamiento como tal.
Claro, si se trata del pensamiento se nos plantean muchas cuestiones. Nos interesan básicamente tres:
1. El pensamiento en Aristóteles. Lo necesario (los dioses) y lo contingente (phrónesis). El pensamiento que sigue las leyes eternas o el pensamiento del saber práctico. Nos damos cuenta de que la phrónesis aristotélica nos permite un saber práctico de la contingencia frente al saber necesario de las leyes eternas.
2. El pensamiento en Spinoza. Las nociones comunes que nos permiten acercarnos a la intuición de la esencia por medio de los afectos activos frente a las pasiones guiadas por la contingencia. Vemos que es un planteamiento totalmente opuesto al punto anterior.
3. El pensamiento en Kant planteado como la Razón problemática frente a las categorías del entendimiento o concepto. La angustia se opone al concepto o necesariedad del entendimiento. El pensamiento en Kant nos permite un salto de la necesariedad a la problematicidad. Es la solución a la contraposición de los dos puntos anteriores que nos dejan en un impasse sin solución.
Nuestra tesis es que el psicoanálisis se decide por el planteamiento aristotélico evitando el impasse de Spinoza. Frente a la cuestión de tratar la multiplicidad el psicoanálisis opta por el planteamiento del “saber hacer” de la phrónesis (sinthoma) y evita la sustancialización de Spinoza. Se trata de la formalización por medio de la contingencia aristotélica. Nosotros proponemos la solución kantiana leída por Deleuze de la Razón como problematizadora, la Razón como línea de abstracción, pensamiento, frente al tratamiento del objeto-entre como un objeto en el campo de la objetalidad, no se trataría de la subjetivación del objeto causa sino de su dinámica-genética productiva. No solo producir el objeto y subjetivarlo sino que el propio objeto causa se vuelva productiva como pensamiento.
Planteamos el objeto causa, la zona erógena, como la estructura del pensamiento amparándonos en la razón kantiana.
Claro todo esto tenemos que desarrollarlo pero antes que nada queríamos dar una visión general de la cuestión. Tal vez el nudo fundamental se encuentre en el tratamiento de la singularidad (zona erógena) como tiempo del pasado en general. También tenemos que mostrar con claridad la salida del tiempo del pasado a la línea abstracta o pensamiento-problematicidad en la razón kantiana (según Deleuze).
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Lo problemático
Nuestra tesis es que el estatuto del objeto a causa es el de lo problemático y por lo tanto el objeto causa no se resuelve en una identificación sino en una dinámica o genética productiva. Dice Deleuze: “La estructura problemática forma parte de los objetos y permite captarlos como signos…” (pag. 112 Difer. Y Rep.) Más adelante, en la página 169 del libro Dif. y Rep., nos dice Deleuze: “Es posible que en toda pregunta, en todo problema, así como en su trascendentalidad con respecto a las respuestas, en su insistencia a través de las soluciones, en la manera en que mantienen su propia brecha, haya forzosamente algo loco.” Desde luego este “algo loco” lo podemos leer a la vez como el goce y el problema. Este “algo loco” que problematiza es el objeto que usa el goce-problema en la búsqueda de soluciones.
Deleuze plantea el deseo como una instancia problematizante (del goce, de eso loco) que “se desarrolla en otro campo que el de la necesidad y la satisfacción”.
Las preguntas y los problemas son actos vivos que invisten las objetividades del inconsciente, y en este sentido coincide con Lacan que trata el objeto causa como un acto o una obra. Por lo tanto el objeto a como “zona erógena” se corresponde en Deleuze en “fuentes de problemas”. La zona erógena es problematizante y generadora de soluciones (objetos) anteriores al deseo en el caso de Lacan y el deseo mismo en el caso de Deleuze. Para Lacan este objeto causa va a poner en marcha el deseo, no se trata de desear este objeto sino que este objeto es la condición de que se ponga en marcha el deseo. Para Deleuze la puesta en marcha de la problematicidad de eso algo loco ya es el deseo que busca soluciones.
Escribe Deleuze: “Basta que la pregunta… sea formulada con suficiente insistencia, para acallar toda respuesta en lugar de suscitarla.” (pag. 170 Dif. y Rep.) Esto da el carácter ontológico de la pregunta, no hay respuestas o soluciones originales ni últimas…
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Los afectos
Para Lacan el afecto fundamental es la angustia, incluso el único afecto, es el afecto que no engaña. Por medio de la angustia se llega a lo real. La angustia es el camino para llegar al objeto causa, para producir el objeto causa, su extracción. Los demás afectos engañan porque pertenecen a las ficciones de lo simbólico.
Para Spinoza son dos los afectos fundamentales: la alegría y la tristeza. El primero es activo mientras que el segundo es pasivo. La alegría es el afecto del pensamiento, del trabajo de las nociones comunes, es el afecto de la razón. El segundo, la tristeza, es un afecto pasivo procedente de lo confuso de la contingencia.
Para Deleuze los afectos fundamentales proceden del problema, de la problematicidad de la Idea. Los afectos del problema, de la Idea, son el aturdimiento, la embriaguez, la crueldad o el frío, la muerte (instinto de muerte). Se trata de la sangre de Dionisos.
No debemos creer que se opongan la angustia y la embriaguez o la alegría y la embriaguez… Deleuze nos da la pista cuando nos dice que las verdaderas revoluciones tienen el aspecto de una fiesta. Creemos que tanto la angustia como la alegría deben ser descompuestas, pensadas como diferencia para poder acceder a su comprensión. La angustia y la alegría pensadas como identidad dan lugar a afectos-identidad que son los que habitualmente se emplean en las instituciones religiosas y científicas. Se trata de la alegría como significante o de la angustia de los que sufren… Pero tanto la alegría como la angustia descompuestos en sus elementos diferenciales alcanzan una positividad que es la positividad del problema-Idea, la positividad de la diferencia.
También para Deleuze como para Spinoza se trata del pensamiento pero en el caso de Deleuze se trata de “la genitalidad del pensamiento”, hay una correspondencia entre la zona erógena y la problematicidad del pensamiento a la que corresponden los afectos de la embriaguez y la crueldad.
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El fundamento y la zona erógena: La extracción del objeto o la creación de la línea abstracta.
La producción o extracción del objeto corresponde a la creación de la línea abstracta. “Fundar es determinar lo indeterminado…Cuando la determinación se ejerce, no se contenta con otorgar una forma, con dar una forma a las materias bajo la condición de las categorías. Algo del fondo sube a la superficie, sube allí sin tomar forma… Ese fondo, en tanto está ahora en la superficie, se llama lo profundo, lo sin fondo. Inversamente, las formas se descomponen cuando se reflejan en él… sólo subsiste la línea abstracta como determinación absolutamente adecuada a lo indeterminado, como rayo igual a la noche, ácido igual a la base, distinción adecuada a la más completa oscuridad: el monstruo… la pareja de la línea abstracta y del sin fondo, que disuelve las materias y deshace los modelados. Es preciso que el pensamiento como determinación pura, como línea abstracta, afronte ese sin fondo que es lo indeterminado. Eso indeterminado, eso sin fondo, es también la animalidad propia del pensamiento, la genitalidad del pensamiento:… la necedad…. El pensamiento es la más alta determinación que se enfrenta a la necedad como lo indeterminado que le resulta adecuado. La necedad constituye la mayor impotencia del pensamiento, pero también la fuente de su más alto poder en aquello que lo fuerza a pensar.”
La zona erógena es el sin fondo mientras que el objeto extraído es la línea abstracta, la necedad no es otra cosa que la pulsión o profundidad del cuerpo. La animalidad propia del pensamiento o su genitalidad es el pensamiento que despierta debido a lo intolerable de la pulsión. ¿Cómo es el proceso? La determinación del Yo pienso pretende referirse inmediatamente a la existencia indeterminada del Yo soy, sin asignar la forma bajo la cual lo indeterminado es determinable. Le falta la forma de lo determinable: la forma pura y vacía del tiempo. La forma vacía del tiempo constituye la Diferencia en el pensamiento, a partir de la cual el pensamiento piensa, como diferencia de lo indeterminado y de la determinación. La diferencia es la que reparte, a un lado y a otro de sí misma, un Yo fisurado por la línea abstracta, un yo (moi) pasivo surgido de un sin fondo que él contempla. (Ver páginas 407-408 de Dif. y Rept.)
La forma pura y vacía del tiempo
Hasta ahora hemos hablado del pasado en general, de ese tiempo que nunca ha sido presente. Ahora vamos a tratar del tiempo como forma pura. En un capítulo de nuestro blog abordamos el tema desde la literatura: “Vigilante, qué me dices de la noche” Se trataba de la lucha de la fiera (el tiempo puro y vacío, la fiera del pensamiento, la crueldad), de la pulsión… Tanto Deleuze como Lacan utilizan el mismo relato: Edipo una vez que se ha sacado los ojos y se retira al bosque de Colona. Dibujo un esquema del pensamiento:
Zona erógena Extracción del objeto
moi pasivo surgido del sin fondo Yo (Je) fisurado por la línea abstracta
Embriaguez Crueldad
Primera afirmación nietzscheana: tirar los dados segunda afirmación: afirmar el
resultado
La zona erógena es una forma del tiempo, el futuro, el tiempo de la revolución, tendremos que acudir a Walter Benjamin para descubrir lo que ocurre entre la zona erógena y la extracción del objeto. Se trata de ese instante antes de que las cosas sean, un segundo antes de la luz, el momento anterior a la revolución, el momento que descubrió el arte dando lugar a la abstracción. Bien, no olvidemos que retornar es el ser de la diferencia y que lo que se va a poner en juego en la línea abstracta es este ser. El recorrido de la pulsión consiste en rodear el objeto para volver a la zona erógena, es el recorrido del diferenciarse de sí por medio del objeto que según el psicoanálisis puede ser cualquiera porque lo que hace la pulsión es salir de sí para volver a sí. Esta salida de sí y vuelta es el secreto que debemos descubrir. Siempre estamos entre el labio y la copa, entre un labio y el otro labio… En este ir y volver de la pulsión gracias al objeto debemos encontrar la diferencia y la repetición, el ser diferente de sí mismo y el retorno.
La zona erógena, un segundo antes de la luz, un segundo antes de que las cosas sean… ahí está nuestra salvación…
Bueno, entremos en la cuestión que hasta ahora hemos demorado y que es la cuestión principal de este escrito: la Diferencia, en la forma de la determinabilidad; la Diferencia relaciona a priori el ser y el pensamiento. Zona erógena (sin-fondo) y objeto con estructura lógica-ideal (línea abstracta). Y la respuesta de Kant: la forma bajo la cual la existencia indeterminada es determinable por el Yo (Je) pienso es la forma del tiempo.
Zona erógena Objeto causa
Ser Pensar
moi pasivo Je fisurado
Este es el esquema de la Diferencia transcendental o del tiempo como diferente de sí (forma pura y vacía del tiempo). El tiempo interioriza la diferencia en el ser y en el pensar. Esa diferencia que se interioriza es lo que el psicoanálisis llama el goce. El yo pasivo siente una afección (atención al tema de los afectos), siente su propio pensamiento (diferencia de sí), aquello por lo cual dice Yo (Je) se ejerce en él y sobre él, y no por él. Una falla o una fisura en el Yo (Je), una pasividad en el yo (moi), he ahí lo que significa el tiempo.
El acontecimiento: la acción.
A veces, uno encuentra a una mujer que es bestia en trance de hacerse humana. Cada movimiento de esta persona se reducirá a la imagen de una experiencia olvidada, espejismo de una boda eterna proyectado sobre la memoria racial; una alegría tan insoportable como lo sería la visión de un antílope bajando por una arboleda, coronado de azahar, con un velo nupcial y una pata levantada en actitud temerosa, caminando con el pálpito de la carne que se hará mito; al igual que el unicornio no es ni hombre ni animal disminuido sino ansia humana que comprime el pecho contra su presa.
Esa mujer es la portadora de gérmenes del pasado: delante de ella nos duele la estructura de la cabeza y las mandíbulas; nos parece que podríamos comérnosla, a ella que es la muerte devorada que vuelve porque sólo entonces acercamos la cara a la sangre que hay en los labios de nuestros antepasados.
Djuna Barnes. El bosque de la noche. Pag. 28.
La zona erógena es un teatro. Se deviene igual a la acción. Primero se repite identificándose con figuras del pasado. Luego identificándose a la acción. Por último se repite produciendo lo nuevo. Para Marx si nos quedamos en la primera repetición se trata de la comedia.
El yo narcisista:
1. Carácter perdido de los objetos virtuales.
2. Carácter disfrazado de los objetos reales.
3. La libido refluye interiorizando la diferencia entre las dos líneas anteriores y se experimenta desplazada en una y disfrazada en la otra. El yo no se distingue de sus propios bufones.
Extracción del objeto: libido refluye: pensamiento: desexualización: lo frío y lo cruel. El objeto es el pensamiento desexualizado frío y cruel.
Pienso Existo
Fundamento Fundado
Je moi
Virtual Real
Desplazamiento Disfraz
Objeto causa Zona erógena
En el pienso se trata del tiempo como pasado y en el existo del tiempo como presente, ahora se trata de la fisura entre el pienso y el existo que va a dar lugar al tercer tiempo: el porvenir. Este tercer modo va a deshacer los dos anteriores dando lugar al pensamiento y el instinto de muerte: un pensamiento frío y cruel es el objeto causa.
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Fragmentos de pensamiento
Recoge Carlos Muñoz Gutiérrez un fragmento de Hanna Arendt dedicado a W. Benjamin que transcribimos a continuación, viene precedido de un exergo obtenido de La tempestad de Shakespeare.
Tu padre yace enterrado bajo cinco brazas de agua;
se ha hecho coral con sus huesos;
lo que eran ojos son perlas.
Nada de él se ha dispersado,
sino que todo ha sufrido la transformación del mar
en algo rico y extraño.
“Al igual que un pescador de perlas que desciende hasta el fondo del mar, no para excavar el fondo y llevarlo a la luz sino para descubrir lo rico y lo extraño, las perlas y el coral de las profundidades y llevarlos a la superficie, este pensamiento sondea en las profundidades del pasado, pero no para resucitarlo en la forma que era y contribuir a la renovación de las épocas extintas. Lo que guía este pensamiento es la convicción de que aunque vivir esté sujeto a la ruina del tiempo, el proceso de decadencia es al mismo tiempo un proceso de cristalización, que en las profundidades del mar, donde se hunde y se disuelve aquello que una vez tuvo vida, algunas cosas “sufren una transformación marina” y sobreviven en nuevas formas cristalizadas que permanecen inmunes a los elementos, como si sólo esperaran al pescador de perlas que un día vendrá y las llevará al mundo de los vivos, como “fragmentos de pensamiento”, como algo “rico y extraño” y tal vez también como eternos fenómenos originarios.”
Arendt, Hannah. Hombres en tiempos de oscuridad.
Este hermoso texto de Arendt nos muestra una nueva manera de extracción del objeto como “fragmento de pensamiento”, objeto que ha sufrido una transformación hecha de tiempo y que ha debido ser extraído como forma cristalizada.
El texto de Benjamin que nos interesa se llama El carácter destructivo en Imágenes que piensan. Para Benjamin se trata de lo fragmentario, lo singular, se trata de extraer de entre las ruinas (zona erógena) lo singular que posee “una fuerza que limpia, que sale de contexto y que destruye” En la destrucción, en la ruina, hay una esperanza. Se trata de empezar de nuevo, apañárselas con poco, convertirse en un bárbaro que debe comenzar desde el principio. “El carácter destructivo tiene solamente una consigna: a saber, hacer sitio; solo una actividad: el despejar. Su necesidad de espacio y aire fresco es más fuerte que el odio. El carácter destructivo es joven y alegre…. y alegra por cuanto representa la reducción total e incluso la erradicación de su propio estado destructor.”
En estas últimas líneas podemos leer un tema caro a Deleuze: lo insoportable, el que no podemos vivir. Lo insoportable que nos lleva al pensamiento, que nos hace pensar. También nos trae al recuerdo una cita de Blanchot: “… el desastre cuida de todo”. En la zona erógena se trata de la extracción del objeto pero eso conlleva el motín de la pulsión, la ruina, el desastre de lo pasado, la salida del pasado que nos ofrece imágenes del fundamento, imágenes del Nombre-del-padre.
Ahora tenemos en escena nuestro flâneur, como un nuevo Juanito, siguiendo los trayectos de la destrucción y de la ruina, siguiendo los trayectos del caballo de la angustia. Pero no debemos olvidar lo escrito anteriormente: se trata de la alegría. Es la angustia, como afecto fundamental que lleva a lo real, pero lo real no es otra cosa que la alegría, el fenómeno originario. “Lo que vincula a todo lo existente es la marca de su conveniente destrucción” (C. Muñoz Gutiérrez. El pensador vagabundo) Así podemos entender la marca del objeto, el signo (Deleuze), “la marca de su conveniente destrucción” (de su extracción, su ruina).
Trataremos de irnos adentrando en el difícil y extraño pensamiento de Benjamin:
“El carácter destructivo no persigue una imagen. Tiene necesidades muy escasas, la menor de las cuales sería la siguiente: saber qué ocupará el espacio de lo destruido. Primero, por lo menos un instante, será un lugar vacío, el lugar donde la cosas estaba, en el que la víctima vivía. Alguien lo vendrá a utilizar aun sin ocuparlo.” (El carácter destructivo)
Podemos hablar aquí de un objeto sin imagen caro a Lacan. Luego nos habla de algo que nosotros hemos intentado relatar en otros lugares, el objeto un segundo antes de la luz, el objeto un segundo antes de tomar forma, “el lugar donde la cosa estaba”, lugar que alguien utilizará sin ocuparlo. La utilización del lugar, del objeto que ya no está, que ha sido destruido para poder vivir. Los ejemplos en el mundo de la pintura son múltiples, por ejemplo Susana y los viejos entre otros, se trata de la escena un instante antes de que las cosas sean, para Benjamin se trata de la destrucción de las cosas para que vuelva a ser posible el sitio, para que vuelvan a ser las cosas cuando aún no han ocurrido. Se trata de poder volver a ese segundo antes de que las cosas sean, lo que Deleuze trata como contraefectuación. Y que es en lo que consiste el sadismo y el masoquismo, en intentos de volver a llevar los cuerpos a ese momento en que aún no han sido, al momento del frío por medio de la crueldad, a ese espacio de “mi gente no creada” del que habla el doctor O´Connors en la novela El bosque de la noche. Mi raza increada que decía Joyce. La pareja del partenaire-sinthoma pertenece a esa raza no creada, al reino de lo increado, de lo que aún no ha sido o al mundo de aquello que por medio de la destrucción puede quedar como un lugar, el lugar donde la cosa estaba, en el que la víctima vivía.
Tenemos presente que el psicoanálisis aún no ha encontrado el pensamiento para la triebregung y que pensadores como Deleuze, y Benjamin (también Blanchot y Klossowski) pueden proveer de conceptos útiles para pensar la acción (objeto extraído) final de un análisis.
Las víctimas: los que fueron destruidos sin tener que haberlo sido, los que no fueron oídos. De ahí las dos preguntas de Benjamin: 1. ¿Qué es digno de ser destruido? 2. ¿Qué debería haber sido salvado?... Los que fueron destruidos sin tener que haberlo sido… esa es la cuestión de las víctimas… el mundo que ha de venir. No se puede ir más lejos.
Estas son para nosotros las dos cuestiones fundamentales en la clínica, lo que debería haber sido salvado y lo que va a ser digno de ser destruido. No es una clínica de la ética sino más bien una clínica de la crueldad, del triebregung o de la ruina y la salvación, la zona erógena y el objeto extraído. Se trata de ir al mismo centro de lo insoportable y decir como Deleuze “o creo o me ahogo”. La fabulación deleuziana tiene en Benjamin las claves de su desarrollo y el psicoanálisis debería hacer suya esa abstracción del pensamiento que consiste en extraer lo eterno del objeto de la abyección (la cochinada) que hemos devenido para que así podamos vivir, volver al instante en que aquello no debía haber sido destruido. No se trata de afirmar la abyección para poder vivir sino de volver al instante anterior a su destrucción, al lugar y usar el lugar en un acto revolucionario. La revolución y no la abyección es nuestra apuesta aunque para ello tengamos que pensar (crueldad). No dejemos que las cosas sean cuando eso nos hace abyectos, mejor la crueldad de la destrucción, mejor la catástrofe (triebregung), la ruina, y así podemos buscar las perlas metamorfoseadas en el fondo del océano (goce del Otro). Dejemos que llueva, que se fermente la cosa y que se arruine en su silencio poderoso, para así rescatar aquello que no fue, la eternidad tan buscada por Benjamin. Tenemos que saber que podíamos haber vivido si no hubiéramos sido destruidos; tenemos que acercarnos a las víctimas para realizar la contraefectuación; no se trata de un inconsciente del pasado y sus Nombres-del-padre sino de un inconsciente de lo increado, el inconsciente de la raza increada. Sabemos que el cuerpo no tiene pariente próximo en este mundo, que no podemos consentir que las cosas hayan pasado y que hayan sido condenadas, esperan la redención y eso es una tarea que nos pertenece, es nuestra alegría en la crueldad.
Para Lacan solo hay un afecto, la angustia. Para nosotros hay más afectos y la crueldad es el fundamental; la alegría, que nos trastorna cuando hemos arruinado la cosa, es otro afecto positivo (acción) que nos permite vivir. La angustia solo señala de forma negativa el capaces de la crueldad, aún no han sentido la alegría de la ruina, la alegría del bobo, del idiota trastornado que no le dejaron vivir y que contraefectua el objeto, lo vuelve lugar (motín pulsional), lo arruina en honor a las víctimas que no debían haber sido destruidas y extrae una acción revolucionaria, una línea abstracta en donde antes había abyección. La línea abstracta es un movimiento de gran velocidad que a la vez que destruye descubre las posibilidades que habían sido destruidas, la línea abstracta pertenece a las víctimas. El psicoanálisis pertenece a las víctimas.
Escribo esto intentando despertar el interés por la obra de W. Benjamin que es uno de los pensadores más importantes de los últimos tiempos. No dispone de una obra sistemática, ni siquiera de algo acabado (su muerte loca no dejó que culminara su obra Los pasajes) pero nos ha dejado las páginas más sorprendentes que un pensador pueda donar “piadosamente” a la humanidad. Tenemos una tarea por delante para devolver la dignidad al psicoanálisis.
El objeto abyecto de la infamia debe ser tratado con atención, no se trata de ser digno en la infamia, en la abyección (la cochinada), sino de arruinar el objeto que no debería haberse salvado y devolver la dignidad a la víctima, al objeto que no debería haber sido destruido. Se trata de que podamos vivir y no de que la abyección sea permitida (“autorizar al sujeto a que se identifique con la cochinada”) No somos basura, solo somos increados (como bien decía Lacan al comienzo del Seminario XI a propósito del estatuto ontológico del inconsciente). Increados: acto: línea abstracta.
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El pase: de la alegoría a la fabulación.
Es en su tesis de habilitación El origen del “Trauerspiel” alemán en donde Benjamin trata de la alegoría en la tragedia barroca alemana. Su planteamiento es complejo pero lo podemos resumir de la siguiente manera: se trata del entrecruzamiento de la naturaleza y la historia. Se trata de la historia mística de la naturaleza. Representa e movimiento, la transitoriedad y la evolución del curso natural de las cosas, cuya fugacidad termina convirtiéndose en ruina y decadencia, componiendo una historia del sufrimiento del mundo. Las alegorías son en el reino de los pensamientos lo que las ruinas en el reino de las cosas. Lo que ahí yace reducido a escombros, el fragmento altamente significativo, el mero trozo, es la materia más noble de la creación barroca. La alegoría destruye y conserva la vida simultáneamente, extinguiendo su apariencia, lo orgánico, lo vivo. La alegoría se aferra a las ruinas, ofrece la imagen de la inquietud petrificada.
De la inquietud petrificada a la acción fabulosa, de la alegoría a la fabulación. Es el pasaje de la zona erógena a la extracción del objeto. La fabulación trae a escena la acción enorme, el gran animal (Moby Dick), la acción esforzada que rescatará la vida de la ruina petrificada.
Y es que es por medio de la narración que va a ser posible la extracción del objeto, primero el descubrimiento de su ruina, su conversión en objeto mercantilista que consiste en ser siempre igual a si mismo, y luego la contradicción, el objeto deviene diferente de sí mismo, fragmentario, singular, recobra su aura al mostrar su lejanía (Noli me tangere de J.L. Nancy) y deviene un objeto de todos nosotros, de las víctimas, es el objeto que quedo arruinado, que es lo que muestra el trauerspiel del barroco alemán.
En la narración se trata pues de dos movimientos, uno de exposición y hallazgo de la ruina, de la destrucción de aquello que no debía haber sido destruido. Y, el segundo movimiento narrativo, consistente en el relato del acto fabuloso, el rescate del objeto convertido en acto por medio de la destrucción de aquello digno de ser destruido.
Los que vuelven mudos del campo de batalla.
La pulsión muda y acéfala.
Ninguna posibilidad de mostrar la manera en la que las cosas toman lugar en la duración misma. No somos capaces de comunicar lo que nos ocurre, una impotencia para entender y transmitir los saberes, ineptitud para evocar en común los acontecimientos del mundo.
Se produce una ruptura o negación del tiempo, anulación de la lejanía, el aura de las obras de arte consiste en el tiempo del objeto, el objeto extrae tiempo, se trata de lo que Benjamin llama lejanía y que nosotros podemos caracterizar como tiempo que coincide con el tiempo de la narración. El objeto es tiempo. Benjamin lo llama, también, experiencia.
Narración, tiempo, experiencia, de esta pasta está hecho el objeto de la pulsión. El psicoanálisis dice que el objeto es cualquiera, pero eso es poco decir. El objeto tiene aura, está compuesto de la narración, de la experiencia, para la cual hace falta tiempo. El tiempo de la experiencia no es otro que el tiempo de la espera que es lo común de todos. La espera, lo común, es la presencia de lo singular. (Tal vez aquí podemos mencionar a P. Ricoeur y su libro: Tiempo y narración. Y volver a recordar a J. L. Nancy y su libro: Noli me tangere)
Bien, pero ahora tenemos que pasar a profundizar en la cuestión y para ello utilizaremos la tesis para la habilitación de W. Benjamin: El origen del “Trauerspiel” alemán. Vamos a tratar de poner a jugar las Ideas kantianas con el silencio y la soledad del héroe en la tragedia del barroco alemán. Trataremos de mostrar el surgimiento de la palabra a partir del silencio del héroe. La libertad surgiendo de su soledad. Porque del motín pulsional (triebregung) tiene que surgir la palabra, el logos. Se trata de alcanzar el segundo antes de la luz, cuando aún las cosas no son. Para ello vamos a comenzar transcribiendo un párrafo del artículo de Lucía Wegelin Persistencias y discontinuidad: El conocimiento como problema en Walter Benjamin: “Desde una matriz idealista, Benjamin sostiene que la tarea de la filosofía es describir el mundo de la ideas, pero esto no implica una renuncia a la empiria, sino que ese rodeo por los fenómenos es necesario para que la filosofía desarrolle su tarea. En la misma, algo de los fenómenos es “salvado” cuando son presentados en la idea. ¿De qué se salvan los fenómenos? Se salvan del dominio del concepto general que iguala a los fenómenos en la media para construirse como ley de todos ellos; y se salvan también del desprecio que reciben aquellos que se desvían de esa ley y quedan fuera del concepto. La idea precisamente salva al fenómeno de perder su especificidad, su particularidad, en tanto es lo extremo de los fenómenos lo que la idea rescata, y pone en relación para manifestarse.” (La negrita es nuestra).
Claro que inmediatamente nos podemos preguntar qué es “lo extremo de los fenómenos” y también podemos responder que se trata de su singularidad. Pero ¿cómo rescata la Idea la singularidad del fenómeno? Se trataría de una Idea-problema, una Idea-monstruo, una Idea-Diferencia puesto que está hecha de la singularidad de la empiria. Bien, en el conocimiento se trata de salvar los fenómenos; no es teorética esta teoría del conocimiento sino que supone una acción práctica inscripta en la acción de salvar al fenómeno (no olvidemos que la extracción del objeto consistía en un acto-obra realizado en la narración misma o en la descripción del objeto como nos enseña Deleuze a partir de las novelas de Robbe-Grillet en Cine 2)
“La idea no es la ley de los fenómenos (ni se deduce de ellos ni surge de la inducción), sino que tiene su propia existencia objetiva que se da precisamente en la puesta en relación de los elementos fenoménicos salvados” (esto son los afectos, no lo olvidemos, especialmente el afecto de alegría-salvación)
En concreto se trata de dos cuestiones: de un lado lo singular del pasado que ha sido arruinado y del otro lado lo nuevo en la repetición que está en el presente. Se trata de que lo nuevo haga vibrar lo singular que ha quedado abolido-arruinado en la historia para que vuelva a presentarse como posible. Lo singular arruinado es la zona erógena, y por otra parte lo nuevo de la repetición es el objeto que se extrae. Aquí está lo fundamental y adonde queríamos llegar. El objeto extrae la singularidad de la zona erógena y vuelve a darse una oportunidad para la vida.
Hasta aquí el resumen de la situación, del mapa en donde nos encontramos, ahora se trata de plantear de nuevo la cuestión. .
Vamos a intentar rescatar lo fundamental de la teoría del conocimiento de Benjamin. Primero de forma general, luego entraremos en problemas.
Expone su teoría en dos textos: en el prólogo epistemocrítico de
El origen del Trauerspiel alemán primeramente y luego en el legajo N de
El libro de los pasajes.
En el primer texto tenemos un Benjamin neoplatonico y por tanto tenemos que ver cómo plantea la cuestión de la Idea. Vamos a ir rescatando primero algunos puntos para luego pensarlos.
1. La
verdad toma existencia en su
exposición, y la misma implica un rodeo por los fenómenos que supone a la vez la participación del sujeto y su entendimiento. Exposición de la verdad y contemplación filosófica un mismo movimiento doble.
2. El artista comparte con el filósofo la tarea de la
exposición. Dar forma al
pensamiento.
3. La relación con la empiria como
salvación. La tarea del filósofo es describir el mundo de la ideas pero para ello hay que hacer un rodeo por el mundo de los fenómenos.
Algo de los fenómenos es salvado cuando son presentados en la idea. ¿De qué se salvan los fenómenos? Se salvan de dos cosas: por una parte
a) del dominio del concepto general que iguala los fenómenos. Y por otra parte:
b) del desprecio que reciben aquellos que se desvían de esa ley y quedan fuera del concepto.
La idea salva al fenómeno de perder su especificidad en tanto es lo extremo de los fenómenos lo que la idea rescata y pone en relación para manifestarse. Nosotros diríamos
lo singular o diferencia.
4. La idea no es ley de los fenómenos, sino que tiene su propia existencia objetiva que se da precisamente en la
puesta en relación de los elementos fenoménicos salvados. Solo los fragmentos heterogéneos unidos permiten ver
la imagen sagrada que ellos como totalidad configuran. El arte aparece en el momento en que el conocimiento debe construir su modo de exposición.
5. Fragmentos heterogéneos, desechos de la historia, eso es lo que la contemplación filosófica salva.
Salvar lo que tienen de singular los fenómenos.
6. Aparición de la historia. El
origen (término de Benjamin) constituye aquello de los fenómenos que pide ser salvado, pero que no esta presente en ellos fácilmente, sino que es una marca del origen lo que está en ellos y constituye su autenticidad. La marca del origen es lo singular que ha sido olvidado. El origen supone un salto, una quiebra con la continuidad historica de los fenómenos (el relato de los vencedores, del concepto).
Este salto deja una marca que es repetición de algo inacabado y siempre singular. Es repetición de algo que nunca fue, sino que llegara a ser a partir de esa puesta en relación. Cada elemento fenoménico que se salva es singularen tanto es un fragmento que sólo puesto en relación con otros configurará una totalidad, pero virtual, es decir inexistente en el mundo fáctico, y a la vez objetiva, independientemente de cualquier sujeto.
7. El origen es lo salvado de los fenómenos, lo qu e la filosofía puede
nombrar. Se trata de escuchar ese lamento que las cosas susurran en su lenguaje material, negado y por eso mudo. Escuchar la falta de nombre de las cosas, su tristeza por esa falta y la violencia a la que son sometidas en el lenguaje comunicativo. La idea se desprende de lo más íntimo de la realidad en cuanto palabra que reclama nuevamente su derecho denominativo. No es entonces el nombre creador sino la palabra como denominación que escucha al ser material de las cosas.
Se trata de distinguir lo extremo de los fenómenos, lo negativo, lo dejado de lado en ellos, para luego salvarlo.
8. Ese ahora que estaba negado en el fragmento de lo sido supone una suspensión del tiempo linbeal, en tanto implicda un ahoa que estaba latente y un pasado que es salvado en el presente. Es el presente el que permite iluminar nuevas relaciones. Un presente que determina la elección de los dos objetos del pasado que entran en una nueva constelación en el presente.
Lo extremo, lo desechado de los fenómenos pasados, es salvado en el presente en tanto entra en nuevas relaciones.
Para la elaboración de estos ocho puntos hemos utilizado el artículo de Lucía Wegelin:
Persistencias y discontinuidad: El conocimiento como problema en Walter Benjamin. Publicado en el libro
El pensador vagabundo. Estudios sobre Walter Benjamin. Publicado por la editorial
eutelequia.