"La noche le pareció pronto más sombría, más terrible que cualquier otra noche, como si realmente hubiese salido de una herida del pensamiento que ya no se pensaba, del pensamiento tomado irónicamente como objeto por otra cosa que el pensamiento. Era la noche misma. Las imágenes que formaban su oscuridad le inundaban, y el cuerpo transformado en un espíritu demoniaco intentaba representárselas. No veía nada y, lejos de sentirse abrumado, hacía de su ausencia de visiones el punto culminante de su mirada. Su ojo, inútil para ver, tomaba proporciones extraordinarias, se desarrollaba de una manera desmesurada, y extendiendose sobre el horizonte, dejaba a la noche penetrar en su centro para crearse un iris. En ese vacío era, pues, donde la mirada y el objeto de la mirada se mezclaban. No solamente ese ojo que nada veía aprehendía la causa de la visión. Veía como un objeto lo que hacía que no viese. En él, su propia mirada entraba bajo la forma de una imagen en el momento trágico en que esa mirada era considerada como la muerte de toda imagen"
Maurice Blanchot
No hay comentarios:
Publicar un comentario