Haecceidad

Un modo de individuación muy diferente del de una persona, un sujeto, una cosa o una sustancia.

"Nosotros sabemos que entre un hombre y una mujer pasan muchos seres, que vienen de otros mundos, traídos por el viento, que hacen rizoma alrededor de las raíces, y que no se pueden entender en términos de producción, sino únicamente de devenir" G. Deleuze

¿Entiende Lacan algo de la MULTIPLICACIÓN?

Lo intolerable como agenciamiento produce enunciados

Deleuze al comienzo del texto afirma lo siguiente refiriéndose al Hombre de los Lobos:
Por último, sabía que estaba a punto de adquirir un verdadero nombre propio, Hombre de los lobos, mucho más propio que el suyo, puesto que con él accedía a la más alta singularidad[1] en la aprehensión instantánea de una multiplicidad genérica, los lobos, pero que ese nuevo, ese verdadero nombre propio iba a ser desfigurado, mal ortografiado, retranscrito en patronímico[2].
 Deleuze alude al nombre propio que Freud le atribuye: El Hombre de los Lobos, señalándolo con el nombre de singularidad, concepto clave que va a deshacer el concepto de sujeto y con el de falta, pero a su vez afirma que este nombre va ha ser pensado por Freud en patronímico, es decir como Nombre del Padre, esto es, visto desde la perspectiva fálica. El humor con el que Deleuze va a explicar cómo Freud tiende siempre a transportar las singularidades a la sustancia individual o hacer de lo diferente, siempre lo mismo se expresa a través de la comparación entre la neurosis y la esquizofrenia. Deleuze retoma el modelo esquizofrénico no como prototipo, ya que desde la clínica no podemos decir que lo sea, sino más bien, para extraer de él la idea de que en un principio lo hay es la diferencia y no la subjetividad. Esto lo expresa de manera irónica a través de la comparación neurótica de la vagina y el calcetín o de la cicatriz y la castración, en contraposición al calcetín como multiplicidad de mallas o la piel como multiplicidad de poros.
Según Freud
 “la acumulación de excitación es percibida como displacer, y pone en actividad al aparato a fin de producir de nuevo el resultado de la satisfacción, en esta, el aminoramiento de la excitación es sentido como placer. Una corriente de esa índole producida dentro del aparato, que arranca del displacer y apunta al placer, la llamamos deseo”[3].
 El deseo es producido siempre por una falta, por una carga que Freud denomina displacentera, para aminorar esa carga de displacer, que no tiene objeto en lo real, el deseo vendría a crear una representación o metáfora de ese objeto, convirtiéndose el deseo en deseo de representación. El deseo es fruto de la castración, pues el sujeto castrado está siempre en falta, siendo la castración nada más que una metáfora del propio deseo, de ahora en más el deseo se ve empujado a la cadena metonímica. Para desear se elimina al deseo en sí mismo en pro de una fantasía que pueda hacer retornar el estado placentero. En este sentido Deleuze nos señala que el lobo no es un representante sustitutivo, sino un yo siento o banda de intensidad en el cuerpo
 “yo siento que devengo lobo, lobo entre los lobos, en el borde de los lobos (…) y no es una representación: nada de creerse un lobo, de representarse como lobo. El lobo, los lobos, son intensidades, velocidades, temperaturas[4].
 Más aún:
 “El hombre de los lobos, verdadero nombre propio, nombre íntimo que remite a los devenires, infinitos, intensidades de un individuo despersonalizado y multiplicado[5],
 el Hombre de los Lobos no es un enunciado individual, de un sujeto, ya que si fuera así nos daríamos de bruces otra vez con la falta o el deseo como culpabilidad, sino un enunciado de la singularidad.

Un nombre propio íntimo, señala Deleuze, una singularidad, está muy lejos de ser una identificación, pues la identificación sigue siendo un enunciado edípico en la medida en que es autorizada por el Otro, en la medida en que es un enuncaido personal, en la medida en que el sujeto se identifica con lo ontológico. Sustituimos la identificación por el devenir y la cochinada por la multiplicidad.

[1] . Citaremos aquí un extracto de las clases de Deleuze de Leibniz: “¿qué es la individualidad o la individuación? ¿por qué es una cuestión fundamental en Leibniz? Ya lo hemos visto, si es verdad que toda sustancia es individual, si es verdad que la sustancia es la noción individual designada por un nombre propio, ustedes, yo, César, Adán, etc... la pregunta "¿en qué consiste la individuación?", ¿quién individua la sustancia si toda sustancia es individual? Se vuelve fundamental. Mi respuesta o mi hipótesis era esta: ¿no podemos decir que el individuo, la sustancia individual, es una condensación, es un condensado de singularidades composibles, es decir convergentes? Eso sería una definición del individuo, no hay nada más difícil por definir que el individuo, si eso se puede decir, diría entonces, que los individuos son singularidades de segunda especie. ¿Qué quiere decir un condensado de singularidades? Por ejemplo el individuo Adán lo defino por -primera singulardad-, y retomo los textos de las cartas a Arnauld: "primer hombre"; segunda singularidad: "en un jardín"; tercera singularidad: "tener una mujer nacida de su propio costado"; cuarta singularidad: "haber sucumbido a la tentación". Ven ustedes series de xxxx (poco audible, posiblemente "singularidades"), ellas pre-existen al sujeto, ¿en qué sentido? Existe una expresión perfecta para nosotros, diremos de las singularidades que son pre-individuales. Entonces no hay ningún círculo vicioso, lo que sería muy fastidioso, al definir al individuo como un condensado de singularidades, si las singularidades son pre-individuales. "Condensado" ¿qué significa? Todo tipo de textos de Leibniz nos dicen y recuerdan que los puntos tienen la posibilidad de coincidir, al menos por esto los puntos no son las partes constituyentes de lo extenso. Si tengo un número infinito de triángulos, por ejemplo, o de ángulos, si tengo un número infinito de ángulos, puedo hacer coincidir sus vértices. Diría que "condensado de singularidades" significa que los puntos singulares coinciden. El individuo es un punto, como dice Leibniz, pero un punto metafísico, el punto metafísico es la coincidencia de un conjunto de puntos singulares, de ahí la importancia -pero eso es lo que hemos hecho desde el comienzo, pero tiendo a justificarlo perpetuamente-, es sabido que Leibniz nos repite todo el tiempo: solo hay sustancias individuales. Finalmente no hay más real que, entiendan, no hay más real que las sustancias individuales. Pero eso no impide, lo hemos visto, y eso es lo que hemos hecho, que sea necesario partir del mundo, es decir es necesario partir de la inflexión. Es necesario partir de la serie infinita de las inflexiones. Solo en segundo lugar se percibirá que las inflexiones -o el mundo mismo- solo existe en las sustancias individuales que lo expresan. Pero eso no impide que las sustancias individuales resulten del mundo, es lo que les decía, es necesario absolutamente mantener las dos proposiciones a la vez: las sustancias individuales son para el mundo, y el mundo está en las sustancias individuales. O, como dice Leibniz: Dios no ha creado a "Adán pecador" -ese es el texto clave para mi, puesto que, sin ese texto, todo lo que hemos hecho, el orden que hemos seguido en el primer trimestre, es decir ir del mundo a la sustancia individual, no sería válido. Dios no ha creado a "Adán pecador", él ha creado el mundo donde Adán ha pecado, una vez dicho que el mundo donde Adán ha pecado solo existe en las nociones individuales que lo expresan, aquella de Adán y las de todos nosotros que vivimos bajo el pecado original. Bueno... entonces, ustedes ven... mi tercer punto es toda esta esfera del problema de la individuación del que creo que Leibniz es, también aquí, el primero

[2] DELEUZE, G.: Mil Mesetas: Capitalismo y esquizofrenia, Pre-textos, 2008, Valencia, p. 34. Queremos hacer especial interés en esta cita, al término singularidad.
[3] Interpretación de los sueños.
[4] p. 38
[5] P.43

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