Para Gorgias el discurso es una realidad sensible como las demás, es decir, ignora la diferencia entre falo imaginario y falo simbólico. Es discurso no es para él metáfora, sino un ente y un ser. El discurso no es pues representación para los sofistas. El discurso es una relación, pues dice que no es del orden de la significación sino del encuentro y llama la atención en la p. 91 el siguiente ejemplo: del encuentro con lo líquido resulta para nosotros el discurso relativo a dicha cualidad. El discurso es solo lo que facilita la relación con otro. No comunicación sino relación. El discurso no comunica lo que es el ser sino expresa la relación. En este sentido no es expresión sino más bien traducción; no es expresión porque el discurso siendo un ser, no puede expresar otra cosa de lo que es, es decir, no puede ser signo de otra realidad, es decir, no tiene la función significante. Lo importante de lo que señala Gorgias es que existe una adherencia total entre la palabra y el ser. Algo que puede expresarse de dos maneras:
-el nombre forma un solo cuerpo con la cosa que expresa o, por mejor decir, es la cosa misma expresándose: El logos es el ser
-el discurso es él mismo un ser, una cosa entre las cosas, y así como unas cosas no revelan la naturaleza de las otras, el discurso no revela nada, no expresa nada por sí mismo, a menos que el artificio humano establezca una relación extrínseca entre tal palabra y tal cosa. El logos es un ser.
Aquí impera la coincidencia y la identidad entre la palabra y la cosa; todos los nombres son exactos por lo que es imposible decir algo falso.
Veamos lo que señala Aristóteles: Así como la escritura no es la misma para todos los hombres, las palabras habladas no son tampoco las mismas, mientras que los estados del alma de los que tales expresiones son inmediatamente signos resultan idénticos en todos, así como también son idénticas las cosas de las que dichos estados son imágenes"
Para Aristóteles los símbolos son los nombres con los que nombramos a las cosas. Las cosas son infinitas, mientras que los nombre limitados y hay que tener en cuenta que lo que ocurre en los nombres no ocurre también en las cosas. Símbolo y cosas no son semejantes, sino que el símbolo remite a la cosa, significandola. Existe pues una distancia entre los símbolos o palabras y las cosas o estados de alma. dicha distancia puede ser traducida en términos de problema, es decir, que hay una relación problemática y no de carácter natural entre la palabra y la cosa.
No hay nada que sea naturalmente simbólico y su utilización implica cierta arbitrariedad ya que exige una intervención del espíritu que adopta la intervención de un sentido. Así pues, el discurso es un sonido oral con una significación convencional y es convencional porque nada es por naturaleza un nombre sino que solo lo es cuando es un símbolo.
Resumiendo el símbolo es un signo no natural sino de carácter convencional.
Ahora bien, la significación no tiene alcance existencial por sí misma, ya que es posible significar sin contradicción alguna aquello que es una ficción como el ejemplo que pone el propio filósofo: Hircociervo. Esto es así porque la significación no prejuzga la existencia o inexistencia de las cosas. Es la proposición o el juicio el que capta las cosas mismas en su existencia, el que compone o separa. Es ese el lugar de la verdad o falsedad.
No es el símbolo (S1) el que implica una semejanza natural con la cosa, sino el juicio el que se muda en semejanza o imitación (hay que tener en cuenta que el juicio (S1---S2) es una composición de símbolos).
La proposición o el juicio y la semejanza de este con las cosas radica no en sus términos sino más bien en el acto mismo de composición, es decir, en la relación. Es dice Aristóteles, refiriéndose a esta relación, uno de los estados del alma que guardan relación con las cosas. El juicio depende del alma y no del discurso. La diferencia entre el símbolo y el juicio es que este último suprime la distancia que separa al discurso de las cosas, conviertiendolo en pensamiento de la cosa. El juicio sería la función apofantica, el único que hacer ver lo que las cosas son.
Así pues distinguimos dos funciones del lenguaje: la designación y la expresión de lo que las cosas son. En relación a esta última distinción es importante señalar que cuando Aristóteles señala la función designativa remite al movimiento que se produce en los diálogos en los cuales se está más preocupa por las objeciones del interlocutor o de uno mismo, sin llegar nunca a la cosa misma. Es decir que buscamos el convencimiento del Otro más que el conocimiento de las cosas. A esto es lo que el filósofo denomina VEROSIMILITUD o distinguiendola de La Verdad. La vacuidad es aquellas definiciones que no incluyen el conocimiento de las propiedades de lo definido. Y Aubenque señala. "Podría objetarse que esa impotencia del discurso para llegar a alas cosas mismas, es decir, A SU SINGULARIDAD, no se debe tanto a la esencia del lenguaje como a la condición del hombre hablante" (p. 102)
Podríamos parafrasear a Aristóteles con Lacan, señalando en este pasaje la figura del Otro como aquel que vela la singularidad. El drama de todo discurso es que el hombre habla siempre en general, mientras que las cosas son singulares.
¿Cómo definir, con nombres que son comunes, una esencia singular?. ¿No es este también un problema psicoanalítico?
Así pues, para los sofistas existía una completa identidad entre las palabras y las cosas: hombre, es a la vez una cosa y una palabra. Para Arístóteles usamos nombres en vez de cosas y entre unos y otros no existe una identidad: hombre, no es cosa y palabra a la vez y desde el mismo punto de vista.
El problema para Aristóteles es que las cosas son infinitas mientras que las palabras no lo son y por tanto "es inevitable que varias cosas sean significadas...por un solo y mismo nombre" o que una palabra significa una pluralidad de cosas.
Para el filósofo la EQUIVOCIDAD del lenguajes una cosa esencial. ésta se subdivide en dos tipos: una de carácter natural que se basa en la pluralidad de significados y otra accidental que es la pluralidad de significaciones. Así pues, el universal caballo significa una pluralidad indefinida de caballos, pero por otra parte, la palabra caballo en la medida en que traduce un universal, tiene una única significación.
Los sofistas juegan con que una palabra tiene una pluralidad de significaciones (la misma palabra en una pluralidad de acepciones), es decir, se apoyan en la homonimia. Para destruir este argumento sofístico hay que distinguir las múltiples significaciones de una misma palabra pues el valor significante no es inherente a la palabra misma, sino que depende de la intención del interlocutor. De lo que se deduce que lenguaje e intención van unidos.
Para el filósofo la condición de posibilidad misma del discurso es que las palabras tengan sentido y para demostrar esto basta con que se hable, pues de esta manera se da testimonio, mediante la palabra, de la ESENCIA del discurso, a saber, de la significación. Ahora bien, podría suceder que una misma palabra pudiera presentar una pluralidad de significaciones. Ante esto, Aristóteles señala que de este modo el discurso sería imposible porque estaría animado por una pluralidad de intenciones.
"Ahora bien, ¿qué es lo que nos garantiza que tal o cual palabra conserva una única significación? Dicho con más precisión: puesto que, por sí misma, no es más que un sonido, y su significación le viene de la intención humana que la anima, ¿cómo es que intenciones múltiples van a ponerse de acuerdo en cuanto a la imposición de un mismo sentido?"
Aristóteles se pregunta por una unidad objetiva en la que se basa la unidad de la significación de las palabras: LA ESENCIA, Quididad o lo que es. Las palabras tienen un sentido porque las cosas tienen una esencia. De lo que se deduce que es imposible que una cosa sea y no sea al mismo tiempo, ya que en cuento a la cosa misma ésta pose una esencia.
"Decir que la palabra hombre significa alguna cosa (una sola cosa), es decir que, en todo hombre, aquello que hace que sea hombre y que lo llamemos así es siempre una sola y misma esencia. Sólo la identidad del ser autoriza la unidad de la denominación. Significar la esencia de una cosa es significar que nada distinto de eso es la quididad de tal cosa"
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